Testimonio de los altercados en Barcelona: "Fue una batalla campal"

El miércoles, 16 de octubre, yo estaba en plaza Tetuán porque mis padres venían de viaje y tenía que ir a buscarles al aeropuerto, cosa que no pude hacer y acabaron teniéndose que exiliar en Calafell gracias a que mi hermana fue a buscarlos desde allí.

Fue una batalla campal. Y las calles dan pena hasta mi casa en el barrio de Gràcia. Lo peor es la violencia. Niños y niñas de 20 años (¿dónde están los padres?) con una agresividad (no) contenida, como si fueran los protagonistas de un videojuego, sin asumir las consecuencias de sus actos, y con una rabia... 

Ojalá no necesiten nunca la ayuda de un Mosso o de un policía. Ojalá no necesiten cruzar con un familiar enfermo las barricadas y que de la velocidad y llegada al hospital dependiera la vida del familiar. Ojalá no se encuentren con alguien que ha sido importante en su vida porque les ha ayudado en algo y descubran que piensa o siente diferente. Porque como no tienen los valores claros (básicamente amor, respeto y diálogo), aunque los exijan a diestro y siniestro, no serán capaces de verlos como aquellos que fueron un día su punto de apoyo, sino que les crucificarán sin juicio previo. 

Ojalá fuera un mal sueño. Una pesadilla. Pero no. Ahora es más importante alguien a quien no conoces pero que te ha manipulado y te lanza al abismo, que un cuñado, un hermano, una madre, una hija o un primo, a quien gritas o con quien discutes por el simple hecho de pensar distinto.

¿Unos tienen más derechos que otros?¿Los que exigen la libertad de expresión tienen derecho a delimitar la libertad de movimiento? Y un largo etcétera. Un sinfín de despropósitos. Un punto de no retorno. Porque se ha perdido la cordura. Se ha perdido el amor. Y sobre todo se ha perdido el raciocinio. Triste. Doloroso. Preocupante. 

Es fácil. Si te duele algo, yo te ayudo. Si necesitas comer, yo te pongo un plato. Si quieres reír, yo lo hago contigo. Pero no antepongas algo que es intangible a algo que ya tienes y puedes perder porque, sobre todo, es algo que se llama vida. Pero eso ya no cuenta hoy.