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No dejemos morir Barcelona: "Mientras se promocionan eventos como el Sónar, se cierran bibliotecas porque son caras"

Ambiente de público en el Sónar de Día

Ambiente de público en el Sónar de Día / FRANK VINCENT

Barcelona se ha convertido en un referente en festivales de música. El más reciente ha sido el Sónar, una macrofiesta de música electrónica que ha durado cuatro días y ha reunido a 105.000 asistentes. El evento discurre entre efectos especiales, inteligencia artificial aplicada a la música, lásers y altavoces con un nivel de decibelios superior a lo que sería recomendable.

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Aunque estos festivales parecen inofensivos, incluso recomendables por la diversión que se experimenta, el precio que pagas va mucho más allá de lo que te cuesta la entrada, los gastos de hotel, comida, etcétera, si vienes de fuera. En estas macrofiestas, carteristas organizados en grupos hacen su agosto robando móviles, dinero y todo lo que pillan. 

Otro riesgo añadido es el consumo de sustancias. A los que quieren aguantar de un tirón los cuatro días sin dormir, no les queda otra que recurrir al alcohol, como mal menor, o a las drogas. El riesgo añadido que conllevan es que la mayoría desconoce exactamente qué sustancias están tomando, sobre todo si las compran a los que las ofrecen en el mismo recinto. Muchos se proponen no tomar nada, pero es difícil sustraerse si la mayoría de los que te rodean van colocados. El consumo de sustancias en estos festivales es más habitual de lo que creemos: se estima que un 40 por ciento de los asistentes consumen algún tipo de sustancia.

El Sónar y los festivales parecidos deben ser lo más parecido a un cajero automático, negocios suculentos para la Administración catalana. Lo que no me parece muy loable es que, mientras se promocionan este tipo de eventos, se cierren bibliotecas porque son caras

Barcelona debería plantearse atraer otro tipo de turismo más sostenible y familiar que le diera a la ciudad un sello de calidad y de seguridad, algo de lo que adolece a tenor de las cifras tan alarmantes que nos llegan. Habría sido difícil imaginar, hace 10 años, que hoy estaríamos sumergidos en una ola de delincuencia y criminalidad. Es hora de que la Generalitat y el Ayuntamiento se planteen un cambio si no quieren dejar morir la Barcelona Design.

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