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"Ni la luz del día alivia nuestro miedo"

Noa Jansma, en un selfi junto a un presunto acosador como parte de su campaña @dearcatcallers

Noa Jansma, en un selfi junto a un presunto acosador como parte de su campaña @dearcatcallers

Esperaba el bus para volver a casa, como cada mediodía. Ese día noté como un hombre me miraba fijamente. En estos casos, todas evitamos el mínimo contacto visual. Con total libertad -y con el poder de invadir mi espacio- se sentó a mi lado: "Eres muy guapa". Siguió soltando comentarios. Finalmente le pregunté si era una broma, o si era un experimento social. Qué ingenua me siento ahora: yo intentando creer en la sociedad. Quería mostrarme valiente, fuerte, dura. Pero me temblaba todo el cuerpo. Hasta que puso su mano en mi pierna. Asustada me levanté, le dije algo que ni recuerdo, y me fui corriendo.

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La mayoría de las mujeres hemos recibido comentarios y tocamientos indeseados en el espacio público. Algún que otro silbido y miradas intimidantes. Y sí. Me da rabia haber huido. Me da rabia haber callado. Pero tinto este papel de realidad para mostrar que no es cuestión de valentía. Detrás de este acoso se esconde un "lo hago porque puedo, porque en esta relación de género los dos sabemos que yo tengo el poder". Un "puedo mirarte como quiera porque soy un hombre". "Puedo lanzarte piropos porque soy un hombre". Y nosotras tenemos que huir, correr, callar. Porque tenemos miedo. Un miedo que ni la luz del día hace que desaparezca.

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