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"Nadie y menos un menor se merece sufrir ni un segundo por ser diferente"

Alumnos en el patio la escuela Jordi Pere Cerdà, de Sallagosa.

Alumnos en el patio la escuela Jordi Pere Cerdà, de Sallagosa. / ACN

Hace poco leí que, durante el confinamiento, muchos niños extrañaban el colegio porque añoraban a sus compañeros y amigos. También leí que muchos otros, esperemos que sean los menos, no lo extrañaban nada, es más, incluso desearían no volver porque para ellos es un lugar hostil en el que sufren más que disfrutan.

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Una madre muy cercana me explicó llorando cómo su hija le rompió el corazón el día que, con tristeza, le explicó que no tenía ningún amigo en el cole porque nadie quería serlo. Ella se armó de coraje y se pasó todo el rato de patio viendo a su hija sola deambular sin rumbo de un lado para otro, sin jugar con nadie, sin hablar con nadie. Su primera reacción y su ansia fue llevársela de allí y no regresar nunca, pero no lo hizo, se volvió a armar de valor y se fue a su casa a llorar hasta el momento de recogerla. La respuesta de los responsables del patio fue que había sido un hecho puntual. Ella en su interior sabe que no es así.

Deberíamos reflexionar, y mucho, sobre esto. Nadie y menos un menor se merece sufrir ni un segundo por ser diferente; al contrario, en la diferencia está la riqueza. Estamos obligados a hacer entender esto a nuestros hijos para que aprendan a despertar esta sensibilidad y empatía al mirar al diferente, a tratarlo como el ser único que todos llevamos dentro. ¿Por qué no ocurre esto? Quizás porque para sentirnos nosotros bien nos desahogamos con los que intuimos más débiles o más frágiles, y en realidad los débiles y frágiles somos nosotros.

Para la reflexión en familia está muy bien el corto 'Cuerdas', que nos muestra cómo conocer a seres únicos y empoderarlos puede marcar nuestra vida en positivo desde la infancia. A los adultos, las magníficas 'Carrie' o 'Joker' nos harán ver que el maltrato y ninguneo continuado puede conducir a las personas a la fatalidad, la marginalidad y el odio hacia sus semejantes. 

Y volviendo a la mamá del principio, yo conozco a su hija, un ser hermoso, excepcional, un ser único que, con un solo gesto, emite luz

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