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Muguerza: La razón, único asidero con esperanza, sin esperanza y contra toda esperanza

Javier Muguerza.

Javier Muguerza.

Julián Arroyo Pomeda

La Residencia de Estudiantes de Madrid ha homenajeado a Javier Muguerza. Fue uno de los mejores filósofos españoles vivos. Resulta emocionante, porque olvidamos pronto a nuestras mejores personalidades, por desgracia. Leí con interés la referencia, condensada pero completa, de este periódico el día de su muerte, el pasado 10 de abril. Aquí va mi gota de agua.

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Malagueño de ascendencia vasca, nació en 1936, año de infausta memoria. Vivió aquel horror con su abuelo, su padre y sus tíos asesinados. Este fanatismo cainita lo llevaría a la tolerancia y el diálogo durante su vida. Por movilizarse contra el régimen fue detenido por la policía franquista y conducido a la cárcel de Carabanchel, pero le indultaron con motivo de la elección del Papa Juan XXIII. ¡Qué sarcasmo para un increyente como él!

Le dirigió la tesis doctoral González Álvarez, un catedrático conservador de la Complutense, aunque hombre serio, riguroso y competente, quien se atrevió con Frege y el pensamiento contemporáneo, aunque doctorado con El tema de Dios en la filosofía existencial. Alcanzó pronto la cátedra, retirada a Ortega y Gasset, de metafísica (ontología y teodicea). Parece increíble que pudieran entenderse los dos. Después, los pensadores más disidentes y contestatarios seguirían a Muguerza, quien dirigió más de 25 tesis doctorales.

Las cosas surgen de la necesidad. En la mayoría de las facultades de filosofía de nuestras universidades españolas, el tomismo con algunos toques neotomistas en los 70 resultaba insoportable y era imprescindible la filosofía analítica, la filosofía crítica frankfurtiana y las corrientes políticas y éticas europeas, las cuales refrescaron y estimularon el ambiente. Muguerza tuvo buen ojo: había que modernizar la filosofía española, poniéndola al nivel europeo, sin olvidar corrientes del marxismo. Rompió tradiciones ancestrales, empleando críticamente la razón. No quedaba otro asidero con esperanza, sin esperanza y contra toda esperanza.

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