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"Me llamo Ana, tengo 96 años y he muerto en la más absoluta soledad"

 Una anciana camina en soledad por los pasillos de una residencia.

 Una anciana camina en soledad por los pasillos de una residencia. / CARLOS MONTAÑÉS

Esta es la carta que podría haber escrito Ana, compañera de habitación de mi madre en la residencia en la que vivía:

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"Hola. Me llamo Ana. Tengo 96 años. He fallecido hoy a las 3:30 de la madrugada en la mayor y más absoluta soledad. Solo la persona que comparte conmigo la habitación, también enferma terminal, también muy mayor, me acompañaba. Llevo varias horas en la cama; solo una enfermera, al ver mi estado, ha dado el aviso para que me vengan a buscar.

Tanto tiempo dedicado a mis hijos, a mi marido, a mis nietos, trabajando para mi país… y nadie me ha cogido de la mano mientras me iba, nadie ha llorado mi pérdida junto a mi cama y nadie me va a echar en falta.

Quizá en algo no acerté, o quizá, simplemente, la vida es injusta con la gente mayor…”

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