"La mayoría de universitarios no podemos permitirnos vivir en Barcelona"

El mes de septiembre, como tantos otros jóvenes estudiantes universitarios, tuve que volver a enfrentarme a la odisea de buscar un piso en Barcelona. Es mi último curso, y aun así, sé que la historia se repite cada año para cientos de personas. No buscamos el más grande, ni el mejor ubicado, tampoco el que más luz tenga en el salón. Simplemente pedimos unos mínimos que, desgraciadamente, ya no son posibles de alcanzar para muchas personas.

Somos muchos los jóvenes que tenemos que buscar un trabajo precario para ahorrar, ir corriendo entre clases para llegar a tiempo, y así poder vivir sin el estrés continuo de pagar el alquiler y llegar a final de mes. Porque a estas alturas se hace casi imposible encontrar un lugar al que llamar hogar por menos de 400 euros. Y eso sin mencionar el tamaño de las habitaciones, en las que apenas cabe una cama diminuta sin escritorio, o la falta de calefacción en invierno. Y unos pocos, con suerte, podrán presumir de luz exterior para estudiar y hacer sus trabajos.

A la vista de todos, Barcelona parece ser la ciudad ideal para los universitarios pero, ¿qué sentido tiene si nosotros mismos no podemos permitirnos vivir en ella? Tengo la suerte de contar con el apoyo económico de mi familia pero, ¿y los que no? Urge una política seria de vivienda asequible y realista para jóvenes que, como yo, venimos de lugares en los que vivir lejos de una gran ciudad nos limita. Porque el código postal no debería ser una barrera para el derecho a estudiar.