Marketing electoral y convivencia cotidiana

¿Confías en tu candidato o temes al que no votas? ¿Eres patriota o no? ¿Cabe la diversidad o somos una unidad indisoluble? 

Por el desarrollo de la precampaña electoral algo parece roto en la vacía comunicación que une al pueblo con sus presuntos representantes, que fijan su atención únicamente en ellos mismos como antagonistas o incluso adversarios irredentos, mientras que el país entero duda de lo que es España, del imaginario colectivo que nos identifica como europeos y del relato que hacemos acerca de nosotros mismos como comunidad de afines, que no idénticos.

Los ciudadanos vivimos en la sospecha permanente y en un furioso escarnio del otro. Esta costumbre que era una fortaleza durante la dictadura se ha revelado ahora una debilidad, y ponemos a nuestro entorno las mismas etiquetas que los partidos políticos se ponen, ordenamos a propios y ajenos, sin llegar a conocerlos, en una escala de valores paupérrima surgida en las comisiones ejecutivas, y convenida por el marketing electoral.Después necesitaremos cuatro años para restañar las heridas en la convivencia cotidiana. Lo haremos, una vez más.