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"Los que rondamos los 50 años desconocemos el botellón, pero seguimos disfrutando"

Menores haciendo botellón.

Menores haciendo botellón. / ADRIANA DOMÍNGUEZ

Guillermo Moya Torres

No hay nada más cutre que ver a un montón de jóvenes y no tan jóvenes hinchando sus cuerpos de alcohol, y lo que no es alcohol, en medio de un polígono industrial, explanada de tierra o cualquier parque, playa u otro lugar público. Y no hay nada más penoso que ver el estado en que quedan esos lugares una vez se retiran, en la mayoría de los casos, en un estado personal lamentable. Se ha perdido el placer de tomar una copa, bien servida, en un local cómodo, seguro, climatizado y con buena música, y todo eso se ha sustituido por la ingesta del máximo posible de cubatas sea en la forma que sea y aunque sea en el mismísimo infierno, dando lugar a comas etílicos, situaciones de violencia, accidentes... con lo que la diversión, o se acaba o no se recuerda jamás.

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La juventud está perdiendo el gusto por la calidad en lugar de la cantidad, y eso mismo pasa con los locales (que me niego a llamar restaurantes) de comida basura, esos que, por muy poco dinero, te dan eso: basura. Y no vale la excusa del precio, pues siempre será mejor poco y bueno que mucho y malo.

Los que rondamos los 50 años desconocemos el botellón callejero, pero disfrutamos y seguimos disfrutando tanto o más que los jóvenes de hoy en día, y no es poco.

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