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Los perpetuamente condenados y el derecho a una nueva oportunidad

Personas esperan en la cola para recoger los alimentos que reparte la Fundación Madrina de Madrid, el pasado 28 de abril.

Personas esperan en la cola para recoger los alimentos que reparte la Fundación Madrina de Madrid, el pasado 28 de abril. / DAVID CASTRO

La inmensa mayoría de víctimas, excluidos y condenados perpetuos que venían de la crisis del 2008, y de los nuevos y presumibles condenados por la del coronavirus, si no se hace lo correcto, volverán a quedarse atrás. No bastarán la renta vital, ertes, la prohibición de despidos, la suspensión de embargos y desahucios, etcétera, porque tendrán vigencia solo mientras dure el estado de alarma por el covid-19, será una protección temporal. ¿Y después? ¿De vuelta al mismo bucle sin fin dejando atrás a millones de ciudadanos más?

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La catástrofe social y económica para millones de ciudadanos desde el 2008 no es nada comparado con los que se sumarán a esta nueva crisis. Para la nueva normalidad y la reconstrucción no se vislumbra ninguna redención para los antiguos y los nuevos condenados, seguirá la exclusión. Los de ayer, hoy y mañana volverán a tener deudas, pobreza, serán morosos, embargados, desahuciados y condenados perpetuos, de nuevo muchos quedarán atrás porque entrarán en la cadena perpetua.

No solo hay que derogar la 'ley mordaza', la reforma laboral y otras leyes antisociales, hay que derogar o mejorar toda ley que, como la de segunda oportunidad, no sirve para la recuperación. Costes y tiempos insufribles lo hacen inútil, hay que aprobar leyes que acaben con esta condena, ampliando y proponiendo marcos de protección eficaces para este enorme colectivo y rescatarlos de una vez, darles la cobertura dentro de un marco legal, social y económico como víctimas, con quitas y exoneraciones de deudas, frente a los acreedores, la banca, y los organismos públicos (Seguridad social, Hacienda, ayuntamientos...), dándoles, por fin una auténtica nueva oportunidad, el derecho a la vida digna y no a la muerte indigna.

De no hacerlo, esto será responsabilidad de todos y de nuevo daremos la espalda a las víctimas y condenados de estas dos consecutivas pandemias. Lo más grave no es la pobreza, sino la condena perpetua de por vida y más allá de la muerte.

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