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Los millennials y el valor

Aleix Herreras

¿El valor añadido de un trabajador es un elemento extra que se aplica como consecuencia de un proceso de formación, experiencia, o en su actitud. Es decir, todo lo que un profesional puede añadir a sus servicios con el objetivo de mejorarlos y conseguir que el empleador y/o consumidor lo escoja¿.

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Suena interesante, ¿verdad? Aplicar conceptos del márketing convencional a los valores humanos. El valor añadido de una persona puede hallarse en una capacidad innata o adquirida, en su inspiración, trato, sentido del humor o, sencillamente, en un estilo propio. ¿¿Qué nos hace únicos?¿ Entre reportajes que rezuman victimismo colectivista y realities que ensalzan la capacidad de asimilación a un estilo uniforme, parece que nos hemos olvidado de que con el esfuerzo individual cada uno de nosotros puede entrenar, definirse, superarse, diferenciarse de la competencia y, ¡sí!, venderse.

El problema de los millennials en España no fue la crisis de 2008 (habrá otras crisis). Nuestro problema fue que nos educaron para heredar la Tierra y nos abandonaron en medio del mundo real. Los millennials tuvimos la opción de estar mejor formados que nuestros predecesores. Pero fue ese exceso de confianza en el sistema educativo (¿¡si estudias, tendrás trabajo!¿) lo que nos hizo menos competitivos. No hay mejor premio para un padre que descubrir que su hijo le supera. Sin embargo, los millenials con menos estudios que sus progenitores caen en un victimismo extremadamente autocompasivo. Culpan a estos de sus propios fracasos. Culpan a la crisis, al sistema. Exigen soluciones a todos menos a ellos mismos.

Cuando dudamos de nuestro perfil profesional, cabe preguntarse: ¿lo que hago yo para ganarme el pan puede hacerlo otra persona exactamente igual que yo? Si la respuesta es no, ¡enhorabuena, heredarás la Tierral! Si la respuesta es sí, significa que eres sustituible. ¿Cuál es tu valor añadido? ¡Desarróllalo y véndete al mejor postor! Si no lo haces (mejor dicho, si no lo intentas), se lo pondrás más fácil a aquellos que hayan aprendido a diferenciarse de la competencia. Sé una víctima más del victimismo (¡que ironía!) y deja que la autocompasión te guíe.

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