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"Los días pasan veloces, pero nosotros permanecemos inmóviles"

Una pareja con mascarilla pasea por el centro de Barcelona, frente a un establecimiento con motivos navideños.

Una pareja con mascarilla pasea por el centro de Barcelona, frente a un establecimiento con motivos navideños. / FERRAN NADEU

Pat Villanueva Pons

Los días pasan veloces empujados por el deseo de dejar atrás, cuanto antes, una etapa oscura de nuestra existencia que nadie buscó.

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Al desvanecerse, hoy por hoy, la posibilidad de eliminar este virus que nos atormenta, solo nos queda la esperanza de una vacuna que nos proteja individualmente de este asesino, quien, sin ninguna prisa, permanecerá agazapado a la espera de cualquier descuido mientras va sacando de su ropero diferentes disfraces de mutante.

La súbita y desconcertante aparición de hasta seis vacunas acreditadas que, según parece también, se hallaban agazapadas, irrumpen todas ellas al unísono con la dudosa intención de tendernos la mano que ha de sacarnos de este lodazal en el que nos hallamos sumergidos.

Escribir acerca del covid-19 es fácil. Todo el mundo lo hace y cada uno da su opinión con más o menos acierto. Lo que trato de decir es que, gracias a este endemoniado virus, nos estamos acostumbrando a permanecer virtualmente inmóviles mientras nos convertimos en sujetos permanentemente malhumorados conscientes de que cada día que transcurre incide negativamente en el haber de nuestra longevidad.

Toques de queda, confinamientos perimetrales o cualquier otro adjetivo relacionado con restricciones de movilidad, actúan contra corriente a la hora de ejercer nuestra libertad de movimiento.

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