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Los besos que la pandemia nos ha robado este verano

Dos transeúntes pasan junto al cartel de un beso entre dos personas con mascarilla, el domingo 10 de mayo.

Dos transeúntes pasan junto al cartel de un beso entre dos personas con mascarilla, el domingo 10 de mayo. / EFE / SALAS

Jon Guergué

Desde que empezó todo esto, la abuela no besa a su nieta y esta dejó de intentarlo cuando, a su modo, empezó a entender lo que pasaba. A entender cosas que por su edad todavía no tocaban. Al principio lo intentaba y no entendía por qué su beso era rechazado, por qué chocaba contra nada. Un verano atípico se nos escapa entre las manos, un verano que nos ha robado más de un beso y más de un abrazo.

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El beso idílico de una noche de Sant Joan entre Teresa y el Pijoaparte en esa maravillosa novela de Juan Marsé, 'Últimas tardes con Teresa'. El escritor se marchó el pasado julio, sin el ruido que merecía su talla, pero dejándonos no un vacío sino un legado de inmenso valor humano y literario. Desde El Carmel a Sant Gervasi, las bombillas de colores parpadearán en señal de duelo durante las próximas verbenas de Sant Joan. 

El beso censurado entre Kim Novak y James Stewart en 'Vértigo', demasiado tórrido para la época, razón por la que sufrió el tijeretazo de la censura antes de que España la estrenara en un lejano verano de 1959. La ciencia de hoy a remolque de la tijera de ayer.

El primer beso romántico, el de verdad, el tuyo, sin focos, sin cámaras, sin filtros, tu primer beso. Quizá algo imperfecto, y quizás por ello, aún más bello. El beso con sabor a fiesta de un 6 de julio: eufórico, alcohólico y fraternal. Ahora convertido en beso responsable contra su voluntad. Un beso acolchado y bien doblado. Un beso que solo ve rojo y blanco alrededor mientras espera ansioso que alguien abra su cajón.

El último beso a un ser querido que nos dejó antes de tiempo. Este último beso, mucho más difícil que el primero. El beso invisible que ha rematado a muchos ancianos de tristeza y soledad en las residencias para la tercera edad. El beso como el acto más humano del que esta pandemia nos ha privado. El beso por cientos, por miles, millones, todos los que la nieta ha ido guardando y liberará para su abuela antes del próximo verano.

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