Lo que hay detrás del espejo

El desconcierto te destroza por dentro, sufres, ardes, sientes que no lo podrás aguantar más, está acabando contigo. Lloras, pero nadie te escucha ni te consola. Gritas en un auditorio lleno de sillas vacías. Resuena tu voz. La gente no lo entiende, te quiere hacer daño, todo es negro, como un pozo sin fondo, se han ido las ganas de continuar luchando. ¿Para qué? Si siempre hay recaídas.

Te das cuenta que necesitas ayuda, esta vez la pides, de verdad. Todo cambia, y de repente, comprendes que quizás haya solución, aunque no sea inmediata. Y con el tiempo aprendes a querer cada parte de tu cuerpo, valorarte y aceptarte tal como eres, te das otra nueva oportunidad para vivir tu propia vida.

Es muy difícil entender qué les pasa por la cabeza a las personas con un trastorno de la conducta alimentaria. La sociedad no está preparada para hacer frente a estas situaciones; tiene una concepción equivocada sobre las enfermedades mentales y en especial las que implican algunos síntomas.

Se cree que simplemente no se quiere comer, hay obsesión con el peso, las tallas de la ropa o el ejercicio. Pero no es solo lo que se ve desde fuera, sino que implica también una serie de autoexigencias, perfeccionismos, baja autoestima, miedos e inseguridades escondidas detrás que pueden derivar de distintos factores.

Desde pequeñas vemos cuáles son los cuerpos ideales en los medios de comunicación, revistas o libros de la escuela. Se hacen comentarios entre familia, amigos y conocidos y se acepta que si no eres de cierto modo serás una fracasada.

Por desgracia, con los años afecta a una parte de la población que intenta buscar la perfección absoluta para ser aceptada. Se sufre en silencio hasta que interviene la ayuda profesional, es un procedimiento largo con momentos duros, pero se sale del túnel y se termina viendo la luz de nuevo.