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Las falacias políticas de la Iglesia Católica en España

El obispo de Alcalá de Henares Juan Antonio Reig Pla.

El obispo de Alcalá de Henares Juan Antonio Reig Pla. / EFE / DAVID FERNÁNDEZ

Es triste ver como la Iglesia Católica en España, la cual debería ser garante de la libertad, el respeto y de poner en la sociedad la convivencia, se empeña una vez y otra en entrometerse en la política para llevar a sus seguidores a unos postulados que no van ni con el siglo donde nos encontramos, ni mucho menos con lo que se entiende que deberían pregonar en sus púlpitos y en sus mensajes. 

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Se empeñan una vez y otra en abrir y generar en sus seguidores el odio y la crispación. El generar la falacia como argumento de fidelidad a los postulados católicos. Lo cual está, o ha estado siempre, muy alejado de lo que en realidad pregonan. 

Desde siempre la Iglesia Católica en España ha estado con el poderoso y por desgracia muy alejada de la realidad de lo que en verdad necesita el pueblo, e incluso sus propios feligreses. Ya desde la Edad Media tenían cuotas de poder alejadas de lo que el pueblo necesitaba. Posteriormente, en las siguientes etapas de la historia vemos como la Iglesia se aleja cada vez más. Y en el siglo XX, durante el golpe de Estado y la posterior represión de los vencedores, tienen un papel más de represión e incluso inquisidor que de unir y perdonar. Y para postre ya en el siglo XXI se permiten dar cursos de reeducación a situaciones que la Iglesia considera enfermedades. Todo ello sin reconocer ni pedir perdón por los cientos de personas que han sido humilladas, e incluso han sufrido maltrato infantil por algunos de sus sacerdotes con el permiso por ocultación de los obispos correspondientes. 

Total, falacia tras falacia. Y más cuando predican caridad e incluso ponen carteles de dar limosa o recoger dinero para los parados o gente necesitada y junto a este cartel ponen una cantidad que después no declaran para ver sus tesoros y su riqueza. Basta ya de falacias, basta ya de que la Iglesia intente condicionar la política. La Iglesia tiene un papel y puede tener una opinión, como todos los ciudadanos y ciudadanas, pero no tienen el poder absoluto de la verdad y más cuando basan sus discursos en la falacia y la continua mentira.

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