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"La vejez puede ser maravillosa"

Un jubilado hace ejercicio.

Un jubilado hace ejercicio. / CREU ROJA

Siempre he pensado que al llegar a los ochenta estaría entrando en la última etapa de la vida y que me convertiría en un vejestorio prácticamente inservible e inútil, en un incómodo estorbo social y familiar lleno de achaques, de manías y de mala uva. Me agobiaba la idea de hacerme mayor y de llegar a esa edad con el único horizonte de vegetar y de requerir cuidados y atención.

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Sin embargo, a pesar de encontrarme ya en el umbral de la citada década, al disfrutar todavía de una salud relativamente satisfactoria, mi percepción, planteamientos, perspectivas y proyectos han cambiado radicalmente.

Al estar felizmente divorciado, una de mis prioridades será buscar compañía para compartir todo menos la cama, pero también estudiar alguna carrera universitaria, viajar, leer, ir al cine, al teatro, a conciertos, salir con amigos, dar clases de guitarra, de inglés y de interpretación; hacer todo el deporte que pueda y, si surge algo de sexo, pues por qué no. Todo ello sin desvincularme de la atención que merecen hijos, nietos, primos sobrinos, y demás familia.

No me digan que no es emocionante llegar a esta edad y poder hacer tantas cosas. Al disponer de más tiempo, si la salud y las circunstancias lo permiten; poder es querer. Y sí que quiere, la vejez puede ser maravillosa.

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