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La tecnología favorece la incomunicación y el individualismo

 Un móvil con Siri y otro con Sherpa, programas de inteligencia artificial.

 Un móvil con Siri y otro con Sherpa, programas de inteligencia artificial. / MÒNICA TUDELA

Cuando yo era un chiquillo, hace veintitantos años, me llamaron la atención unos objetos dirigidos al entretenimiento del público infantil, es decir, unos juguetes. Para su época eran verdaderamente muy curiosos. Uno consistía en un muñeco que representaba a un abuelito con gafas y barba que, mediante un dispositivo abría la boca y explicaba cuentos. El otro era un oso de peluche que complementaba las frases previamente pronunciadas por los niños. Auténticos prodigios de la mecánica. No recuerdo si tuvieron mucho éxito, pero lo que tuve muy claro desde el primer momento en que los vi fue el fin al que estaban destinados: aliviar la soledad y remediar la (posible) incomunicación, en este caso, infantil.

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El ancianito ficticio o el mamífero parlante sustituían probablemente al abuelo muerto o a los progenitores, tan ocupados en otras cosas que no podían prestar ninguna atención afectiva a su hijo. Otra vez, la innovación tecnológica suplía el cálido sentimiento. Ahora, con la proliferación y abundancia de teléfonos inteligentes, cargados de detalles tentadores, sugerentes y aplicaciones multiusos, han regresado a mi memoria los juguetes que he mencionado anteriormente, pues realmente cumplen, aunque de otra manera, la misma función, aunque en el mundo adulto.

Cada vez hay más personas pendientes de las últimas novedades de aplicaciones telefónicas que de la voz humana. Ya no es raro que los vecinos de la escalera o del pueblo, así como los compañeros de trabajo al final de la jornada, ni te saluden (ya no digamos que mantengan contigo una conversación), pues están más pendientes del aparato, concentrada su vista, su voz y sus oídos en ellos, que de tu presencia.

Sé que la tecnología existe para facilitarnos la vida, aunque si observamos detenidamente el impacto de la telefonía móvil en la sociedad, también es verdad que favorece la incomunicación e incluso acentúa el individualismo. Esta facilidad electrónica --y artificial-- tan al alcance de todos, parece que proporcione más introversión y que debilite la personalidad.

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