La Sagrada Família, un pedazo de historia homologable a Notre Dame

Como ciudadano del mundo, lamento infinitamente el incendio ocurrido en Notre Dame, en la cosmopolita París. Sé que las manos humanas podrán volver a triunfar recuperando un tesoro artístico, pero todo cuidado es poco cuando se trata de conservar un templo que no solamente cumple sus funciones como iglesia, sino que también es algo muy importante: un pedazo de historia. Por eso siempre ha de estar presente en la memoria colectiva.

Aquí, en Barcelona, también disfrutamos de un edificio de carácter tan místico como moderno: la Sagrada Família. Inacabado -como está ahora Notre Dame-, acapara, no obstante, la atracción de miles y miles de personas. El hechizo de las cuatro agujas y ese barniz profano que, sin embargo, exhibe una historia cristiana, sigue cautivando -y cautivará- muchas almas ansiosas de emociones artísticas.

Ya va siendo hora de que el sueño que formó el siempre humilde y discreto arquitecto de Reus se vea finalizado. Por otra parte, quiero manifestar mi repulsa a la expulsión de los vecinos que viven cerca del templo para alimentar la maquinaria turística, ya que no es ni necesario ni va a aumentar las arcas de la ciudad.

Gaudí era un hombre que expuso su personalidad y carácter en todas sus obras, usando una alegre paleta de variopintos colores en forma de construcciones, desafiando los siempre imperantes grises y marrones.

Así lo plasmó el cineasta sabadellense Josep Maria Argemí en su excelente película biográfica 'Gaudí' (1960), en la que muestra muchos secretos de este creador. Los monumentos son la mejor bandera de las ciudades, de los pueblos, incluso de las aldeas, y preservarlos es apostar por el impacto del descubrimiento, siempre gratificante.