La mentira como peligro para la convivencia

Hace tiempo que me di perfecta cuenta de que en política vale prácticamente todo con el objetivo de arañar los máximos votos y alcanzar el poder: demagogia, dobles discursos amañados según el medio y lugar, falsas promesas, vilipendiar al adversario sin ética ni piedad alguna, tergiversar datos, alterar currículums con información irreal...

Pero lo que resulta realmente inadmisible y tendría que estar perseguido y penado es la utilización gratuita de la mentira pura y dura, máxime cuando ésta se esgrime, no solo con el mencionado objetivo, sino con el agravante de una evidente incitación al odio, cuyo efecto expansivo alcanza a todo el territorio del Estado.

Cuando el señor Pablo Casado, en recientes declaraciones, manifiesta literalmente que "en Catalunya no se puede vivir en las calles sin el riesgo de que te insulten o amenacen por el idioma en el que hablas", la Fiscalía tendría que actuar de oficio de manera inmediata, de manera que ciertas difamaciones que pueden provocar reacciones como el del "a por ellos" no quedaran impunes, ya que sus consecuencias pueden resultar totalmente incendiarias.

Y es que en este país de pandereta, con el problema catalán como foco, mientras se están penalizando ideas y la libertad de expresión, la mentira dolosa y con saña circula a través de los medios con una ligereza alarmante, sumamente nociva para la convivencia entre los ciudadanos de este país.