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"La Ley de Dependencia tiene muy poco que celebrar y mucho que lamentar"

Jesús Caldera y José Luis Rodríguez Zapatero, este lunes, en el acto de conmemoración del 10º aniversario de la ley de dependencia.

Jesús Caldera y José Luis Rodríguez Zapatero, este lunes, en el acto de conmemoración del 10º aniversario de la ley de dependencia. / AGUSTÍN CATALÁN

El pasado diciembre, el expresidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero celebró un acto en el que conmemoró el décimo aniversario de la creación de la Ley de Dependencia.

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Como afectado por severa discapacidad física y alto grado de dependencia, me ha sorprendido semejante celebración, porque sinceramente siento que esa Ley tiene muy poco que celebrar. No solo porque no se ha cumplido nunca debido a la insuficiente dedicación presupuestaria, sino porque se hizo sin tan siquiera pedir la opinión ni escuchar a las personas afectadas y porque tampoco cumple las garantías contempladas en la Convención Internacional sobre los derechos de las personas con discapacidad, aprobada el 13 de diciembre del 2006 por la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU), que fue ratificada por España el 3 de diciembre del 2007 y está en vigor en nuestro país desde el 3 de mayo del 2008.

Por tanto es una ley muy ambigua  que desde su comienzo se construyó sustentada en unos cimientos de arena muy poco sólidos y con un engranaje que crea a los afectados un sinfín de obstáculos para poder tener garantizados los servicios necesarios. Es el caso por ejemplo de muchísimas personas dependientes que pasan el año repartidos en el hogar de varios hijos o familiares que los cuidan, y que no perciben los servicios que precisan cuando esos familiares residen fuera de la comunidad autónoma en la que el dependiente está empadronado y tiene su residencia habitual.

Es una Ley que se creó sin tener en cuenta la opinión ni el derecho de los afectados por severas discapacidades a una verdadera autonomía personal e igualdad de oportunidades que nos permita ser ciudadanos con plenos derechos como los demás.

Una Ley que mantiene a los dependientes recluidos en nuestros domicilios, porque no nos garantiza los servicios que tenemos reconocidos cuando precisamos desplazarnos a cualquier lugar fuera de nuestro domicilio.

Una Ley con unos servicios a menudo insuficientes y sobre los que no se nos deja elegir ni se nos pide opinión, y que en definitiva dado su funcionamiento varía muy poco de lo que existía antes. Con lo cual en vez de servir para garantizar a las personas dependientes el Derecho a la Igualdad de Oportunidades, se ha convertido en un obstáculo mas para el logro de ese derecho.

Una Ley que ni tan siquiera concreta la necesidad de trabajadores sociales especializados en la gestión de estos servicios por parte de la comunidad autónoma, a los que podamos acudir directamente los dependientes para plantear nuestras dificultades y tramitar nuestras solicitudes o necesidades relacionadas con estos servicios de la Dependencia, derivando esa función a los trabajadores sociales municipales, los cuales en su labor mediadora a menudo aplican esos servicios de forma poco eficiente e inadecuada.

Si Zapatero fuese un ciudadano con una discapacidad física severa y dependiera exclusivamente de los servicios de la Ley de Dependencia para poder realizar cada día las necesidades mas básicas de su vida diaria, tales como poder levantarse, asearse,  vestirse, comer, desplazarse, comprar... se daría cuenta de que muy pocas cosas podría hacer y de que esa Ley no tiene mucho que celebrar y sí mas que lamentar. De modo que le resultaría mejor no conmemorar tanto su maravillosa obra porque está en ruinas desde el principio, pendiente de una profunda rehabilitación estructural o del derribo total, precisando urgentemente ser construida con otros cimientos mas sólidos, y en cuyo proyecto el ingeniero pida opinión y escuche a los afectados a los que se va a dedicar.

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