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"La Europa de los valores ha cambiado de criterio"

Policías españoles tratan de disuadir a inmigrantes encaramados a la valla de Melilla, fronteriza con Marruecos.

Policías españoles tratan de disuadir a inmigrantes encaramados a la valla de Melilla, fronteriza con Marruecos. / EFE / ARCHIVO

Adrià Huertas Vidal

El Tribunal Europeo de los Derechos Humanos ha avalado las devoluciones en caliente que se cometieron en el 2014 en la valla de Melilla. Después de condenar a España en el 2017 por retornar a dos jóvenes que intentaron saltar la frontera, la Europa de los valores ha cambiado de criterio y ha visto justificada tal actuación.

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El tribunal argumenta que España "podía rechazar la entrada en su territorio de extranjeros, incluso potenciales demandantes de asilo que, sin un motivo claro, hayan intentado cruzar la frontera por otro lado, especialmente si se aprovechaban de ser muchos y de utilizar la fuerza".

En otras palabras, el tribunal les está diciendo a los extranjeros que podían entrar, pero con orden y, que de no ser así, las fuerzas policiales tienen derecho a devolverles aun cuando han pisado suelo europeo, ellos sí utilizando la fuerza que sea necesaria.

Esta sentencia es la enésima sonrojada de la actuación europea en la crisis migratoria. Es de un cinismo estratosférico pedir orden a una persona que se ha cruzado un continente huyendo de la miseria, la persecución ideológica o incluso la muerte.

A una persona que ha trabajado en condiciones pésimas para ahorrar el dinero suficiente para llegar a esa valla. Y luego allí, en el monte Gurugú, se ha estado dos años reuniendo el valor necesario para saltar una valla. Pedir orden a una persona desesperada a quien la muerte le pisa sus talones es vergonzoso.

Pero además, decir que todo este infierno lo llevan a cabo "sin motivo claro" es ser cómplice de su desgracia. Igual nos pensamos que, pudiendo entrar en Melilla a través de la frontera de una forma ordenada y legal, los inmigrantes prefieren arriesgar sus vidas saltando una valla infinita con concertinas.

La hipocresía de la solidaridad sin fronteras fundacional de la Europa moderna reluce. La Unión es solo un acuerdo económico entre estados. Este organismo supranacional no defiende los derechos humanos de las personas que pisan suelo europeo. Europa se desintegra y ya se oyen sus gritos.

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