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Resultados de las elecciones andaluzas: La culpa es tuya

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A analistas y tertulianos les faltó tiempo -la madrugada del pasado domingo- para empezar a redactar las crónicas de la jornada electoral andaluza en las que se justificase cómo el horror podía haberse colado en las urnas. A la mañana siguiente, fue el turno de la clase política, tan conciliadora como nos tiene acostumbrados, señalando con el dedo en una dirección u otra, desviando la atención de su propio cerco.

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Y, cómo no, esos queridos tuiteros, que, en 280 carácteres, tienen espacio de sobras para lanzar ese titular contundente (y sensacionalista) que sentencia, con aire absolutista, una tesis irrefutable solo rebatida por otras réplicas igual de dogmáticas que la primera. Muchos titulares (tan distintos y, a la vez, tan iguales) buscaban una explicación al fenómeno del año: el asalto (democrático, eso sí) del partido de ultraderecha Vox a las instituciones andaluzas con el apoyo de casi 400 mil votantes.

Si algo no podemos reprochar es la variedad del menú servido. Unos consideran que la culpa es de la corrupción del grupo socialista andaluz, una semilla de indignación política en la ciudadanía. Otros, que la culpa es de la radicalización del discurso del centro-derecha político español, que ha encendido el odio entre los españoles. Algunos miran hacia el noreste, a esa Cataluña que con su "separatismo golpista" ha "despertado al fascismo". Y otros consideran que para qué molestarse en buscar responsables políticos, si al final la culpa es de los medios de comunicación (sin los cuales esas 400 mil personas no habrían conocido esa alternativa fascista y xenófoba y habrían optado por votar fuerzas algo más conciliadoras y democráticas).

¿Pero de quién es la culpa realmente? El patrón racional de todas las explicaciones se basa en la manipulación que un agente (partidos, periodistas, etc.) ha ejercido sobre la ciudadanía, forzándoles a recurrir a la extrema derecha como respuesta a su discurso y sus actos. Dicho de otra manera: la culpa es de todos esos que te han influenciado, pero te han influenciado mal, y tú, pobre votante desorientado, no has podido reaccionar de otra manera.

A nadie parece que se le ocurra que, quizás, y solo quizás, la responsabilidad es de esa persona que, como supuesto ciudadano de pleno derecho de voto y capacidad de raciocinio, se dirige al colegio electoral en busca de la papeleta de color verde. Pero la opinión pública parece empeñada en anular o blanquear al individuo votante, a esa persona con nombre y apellidos que ha decidido, usando sus facultades, confiar en la extrema derecha como alternativa al cambio. 

Si estamos preparados para negarnos a esta realidad, y aventurarnos a asumir las consecuencias de una democracia real, quizás podríamos preguntar a ese votante cuales son las razones reales por las que decidió votar lo que votó. De lo contrario, podemos seguir buscando a nuestro alrededor una cabeza de turco a la que culpar. Aunque quizás nos sorprendamos y, hagamos lo que hagamos, la conclusión será la misma. 

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