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La criminalización de Open Arms: La cruel condena de la solidaridad

El barco ’Open Arms’ en una foto de archivo. 

El barco ’Open Arms’ en una foto de archivo.  / SALVATORE CAVALLI (AP)

Llevo tiempo reflexionando sobre toda la problemática que viene sucediéndose respecto al drama de los refugiados y en relación con todas las decisiones y comportamientos que se van desplegando, tanto por parte de los gobiernos internacionales, como por determinadas formaciones políticas, así como por mucha ciudadanía de a pie.

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El ensañamiento que se ha producido contra el máximo responsable de la organización Open Arms, Òscar Camps, representa la gota que rebasa el vaso. Resulta increíble, inaudito y tremendamente cruel que a un grupo de voluntarios que se financia con donativos de la gente, cuya misión es el esfuerzo de trabajar por la solidaridad con el ser humano, que se dedica a salvar vidas en el mar, se les pueda criminalizar y tachar de traficantes de personas.

Este tema ofrece argumentos suficientes sociales y filosóficos para llenar varias páginas, si bien en estas líneas me limitaré a lanzar dos ideas. Por un lado, ya sé que es difícil, pero simplemente pediría a toda esa gente que condena dicha solidaridad si es capaz de sentir algo de empatía y ponerse en lugar de una persona que lucha por su supervivencia, la connotación más primitiva y primordial por la que cualquier ser vivo es capaz de luchar para no perderla. 

Por otro lado, nadie puede olvidar que la configuración genética que el azar nos ha otorgado, de nacer en el seno de una sociedad en la que mucha gente nada en la abundancia y las necesidades básicas están cubiertas, es simplemente una cuestión de fortuna y casualidad.

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