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"Los jóvenes seguimos atrapados entre la precariedad, el desencanto y la indiferencia política"

Chica joven con ordenador y apuntes

Chica joven con ordenador y apuntes

Tengo 27 años y el enorme privilegio de poder trabajar viajando. Como guía acompañante he recorrido decenas de países y, con cada paso, he aprendido a mirar con más perspectiva. Conocer otras culturas no solo te enseña a valorar lo propio, también te permite detectar lo que falla, lo que falta, lo que duele.

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He visto países donde los jóvenes trabajan con estabilidad, forman familias, proyectan futuro. He visto también miseria y desigualdad. Pero al volver a España, me asalta un sentimiento difícil de explicar: aquí, donde tanto parece resuelto, los jóvenes seguimos atrapados entre la precariedad, el desencanto y la indiferencia política.

Podría irme definitivamente. Muchos lo han hecho. Y a veces lo deseo. Pero tras semanas fuera, cuando el piloto anuncia por megafonía: "Nos preparamos para iniciar el descenso a Madrid", una emoción inesperada me recorre el cuerpo. No es alegría, tampoco consuelo. Es algo más profundo: el peso del hogar.

¿Cómo se puede amar un país que no te ofrece razones para quedarte? Quizá porque el verdadero vínculo no nace de la lógica, sino de la raíz. Y España, con todas sus heridas, sigue siendo eso: raíz. Aunque a veces parezca no querer florecer.

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