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La realidad del día a día de una enfermera en la uci

Personal sanitario atiende a un enfermo en la unidad de curas intensivas del Hospital Casal Palocco, en Roma.

Personal sanitario atiende a un enfermo en la unidad de curas intensivas del Hospital Casal Palocco, en Roma. / MASSIMO PERCOSSI / EFE

El trabajo de enfermería en una unidad de cuidados intensivos (UCI) es siempre estresante. Necesariamente muy tecnificada, los cuidados del enfermo crítico (EC) requieren una constante concentración. Aunque siempre se ha tratado de ofrecer al EC el trato más humano posible, es muy difícil alcanzarlo, por más que las tendencias y recomendaciones actuales vayan en esa línea.

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Si siempre ha sido así, los efectos de la pandemia covid-19 han exacerbado esa realidad. A la concentración y a la dificultad para humanizar las ucis se añade que cada EC necesita un ventilador mecánico y un aislamiento, obligando este a que las familias no estén dentro del box de la uci, ni siquiera en el hospital. Y hace que todos los profesionales del EC tengan, además, que extremar las medidas de prevención para no contagiarse y para no transmitir el virus como potenciales portadores.

Las ucis funcionan ahora como una máquina automatizada las 24 horas del día, que intenta que los EC afectos del covid-19 puedan respirar a través del ventilador y que, si lo logran, puedan ser dados de alta. La enfermería intensiva vive en un 'box' protegida para no infectarse y para comprobar que todo funciona. Sucede que muchos EC con ventilación mecánica requieren ser colocados durante muchas horas en lo que se llama 'decúbito prono' (enfermo volteado), que dificulta la visión de la cara del paciente y observar su expresión. Curiosamente, si ese EC estuviera consciente tampoco vería al profesional que le atiende, al ir cubierto con material de protección; que impide ser identificado como persona y que incluso cambia la voz. Se dificulta la tan necesaria relación enfermero / paciente.

Y así cada hora del dia en la uci. Muchas posibilidades de morir para el EC, mucha tristeza para la familia y mucho cansancio, estrés, riesgo y cierto desespero para los profesionales, pero también satisfacción profesional y personal por ser el último eslabón de la cadena asistencial para los EC por covid-19.

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