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"Jerusalén: Hoy los palestinos, mañana los cristianos"

Vista de Jerusalén.

Vista de Jerusalén. / AFP / THOMAS COEX

Jerusalén es el centro religioso y espiritual de las tres religiones monoteístas desde tiempos inmemoriales, y la participación de sus fieles un asunto nunca discutido. Sin embargo, dicha participación, desde la anexión ilegal de Israel de la parte este de la ciudad en 1980 (Cisjordania, incluida Jerusalén Este entre otros, ya era territorio ocupado por Israel desde 1967) ha cambiado dichos esquemas y, como siempre, los gobiernos israelís imponen contra viento y marea sus condiciones, aunque las mismas vayan contra todas las resoluciones, desde la Corte Internacional de Justicia, a la Asamblea General de las Naciones Unidas o el mismo Consejo de Seguridad.

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Recientemente, el presidente francés Emmanuel Macron tuvo un fuerte altercado con los policías israelís durante su visita a la iglesia de Santa Ana en Jerusalén, bajo soberanía francesa desde el siglo XIX. Hay que recordar que lo mismo ocurrió con la visita del presidente Jacques Chirac en 1996. Como siempre, no obstante, Israel ha cubierto con un tupido velo dichas noticias para que no trasciendan a la comunidad internacional. Solo cabe preguntarnos, si estos sucesos ocurrieron a presidentes de estado, ¿qué pueden esperar ciudadanos de a pie cristianos que visitan los lugares santos?

La ocupación ilegal de todos los territorios palestinos por parte de Israel no solo es una bofetada a los derechos humanos que lleva ocurriendo 70 años sin que hasta el presente ninguna de las resoluciones de la ONU en su contra hayan surtido el menor efecto, gracias a los vetos impuestos por EEUU. Como el abuso crea más abuso, no tengan la menor duda los cristianos creyentes de que las visitas a los lugares santos no será una realidad dada por la historia milenaria. Cada día dependerá más y exclusivamente de los dictámenes de Israel. ¿Se imaginan aplicar las mismas restricciones a los judíos frente al muro de las lamentaciones? Al fin y al cabo sería aplicar su política del "ojo por ojo, diente por diente". ¿Se atreverá el mundo cristiano?

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