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El invierno demográfico cada día está más cerca
El primer bebé nacido en Catalunya en 2019 es una niña llamada Emma. /
ENRIC FONTCUBERTA (EFE)
Mientras nos distraemos con noticias circunstanciales estamos dejando de lado el mayor problema estructural de España: nuestra pirámide poblacional tiene la forma de una nube de hongo y una peligrosidad en cuenta regresiva.
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En 2019 hay 8,6 millones de personas entre 40 y 49 años en nuestro país -siendo el grupo demográfico más grande- y solo 5 millones de entre 20-29 años, un 30% menos. Esto, entre otras cosas, significa que, en 20 años, cuando los bebés de los 70 se jubilen, no habrá la suficiente población activa para hacer frente a sus pensiones.
El estado de bienestar como lo conocemos está condenado a desaparecer. El incremento del precio de la vivienda, la idea de la realización personal y la precariedad del mercado laboral han hecho que los españoles ya no tengan hijos, y, sin niños, no tenemos futuro.
El cambio es imperativo; las ciudades deben descentralizarse como núcleos laborales creando parques industriales y de oficinas en las afueras, promocionar la vivienda en las áreas colindantes regulando su precio para incentivar la vida familiar y atraer plantas de producción extranjeras, así como trabajadores cualificados, con familia de preferencia del resto de Europa.