"Lo importante está justo aquí"

Una madre sostiene a su bebé en su casa de Madrid / José Luis Roca

No tengo hijos, pero he podido acompañar en un viaje a mi hermano mayor, su mujer y su hijo de casi tres años. Ha sido realmente inmersivo, pues hemos compartido un apartamento muy pequeño. El niño está en una fase diablesca, donde todavía es difícil razonar y hay una impulsividad galopante. El carrito, las escaleras, los llantos... Total: que estaba un poco hasta el gorro.

Pero en los transportes públicos me fui dando cuenta del embelesamiento absoluto que les producen los niños pequeños a las personas mayores. Les cuesta apartar la mirada, están tocados por una especie de síndrome de Stendhal. Parecen pensar en él como un fenómeno irrepetible, una verdadera rareza cósmica, un ser enteramente novedoso en el mundo. El resto vamos mirando los móviles, o con suerte el mundo exterior. Los niños nos aburren o nos irritan. Seguramente los mayores sepan algo que nosotros todavía tenemos que aprender. Tiene su lógica.