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La huelga salvaje de la 'fiebre amarilla' de los taxistas en Barcelona
Decenas de taxis cortan la Gran Via de Barcelona. / PAU BARRENA (AFP)
Josep Gil
Lamentables y violentas imágenes nos acaban de pasar por TV3; taxistas encapuchados destrozando impunemente un vehículo tripulado por un conductor voluminoso pero totalmente atemorizado dentro de su coche, sin salir para nada para preservar su integridad física. En las imágenes no se observa si llevaba pasaje o no, pero habría que imaginar, si lo llevase, qué sensación de acoso recibirían las personas del interior del vehículo de transporte alternativo (y de mucha mayor calidad) al taxi, Uber o Cabify.
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Los taxistas agresores no son más que unos 'valientes' energúmenos, en grupo, claro está, que rompen las lunas del coche a lo bestia, que abren las puertas con todas sus fuerzas para doblegar la puerta girando la bisagra en sentido contrario, aboyando por todas partes a los vehículos sumamente cuidados. Se trata de una demostración de total impotencia e incompetencia para poder competir en mercado libre en el sector del transporte público, que representa un servicio de transporte imprescindible, y que, además refleja la imagen de nuestra ciudad, tan querida por muchos otros ciudadanos.
Como usuario del trasporte me parece indignante e insultante que para preservar su nefasto servicio de taxi pretendan hacer esperar 6 horas a los clientes que pretendan contratar un servicio de transporte en las plataformas Uber o Cabify (y que, por cierto, sus precios no tienen nada que ver con los del taxímetro, que son el doble de caros). Tampoco puedo comprender la mediación de la administración catalana apuntando una espera de 15 minutos antes de montarse en el vehículo. Demasiadas concesiones por temor a estos chicos encabezados por el líder Tito Álvarez, del sindicado mayoritario Elite.
De espera ninguna; el propio mercado y la propia calidad del servicio (y los propios clientes) decidirán quién se queda y quién se va. Por mi, que se vayan todos los taxistas y, si no se van, boicot general de la población, sobre todo por los agresores desbocados; estos sí que se asemejan a una auténtica 'fiebre amarilla'.
Deberían cancelar a más de uno y más de dos las licencias del taxi y expedir de nuevas a nuevos conductores que pasen por una prueba psicológica previa y que, además, dominen diferentes idiomas, con requisito imprescindible el dominio absoluto del catalán, que representa en primer lugar a la metrópolis de Barcelona.
A ver si se activan un poco más los Mossos en este caso o si se atreven (como en otros casos lo han hecho), para evitar el colapso de toda la ciudad, y sobre todo de su Gran Vía, por una huelga salvaje como ésta. Con cierto sentido del humor, a los Mossos podríamos decirles "¿y la Gran Via libre pa cuando?".
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"Mientras no aprueben su asignatura pendiente, EH Bildu no gobernará en Euskadi"
José Luis Úriz Villava-Atarrabia (Navarra)
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