"Rosalía ens torna a fer sentir"
Carla Mascó Barcelona
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Manifestación de estudiantes en favor de Palestina en Barcelona / RICARD CUGAT
Pablo Serrano
En una huelga de verdad, el trabajador asume un coste: pierde salario, arriesga sanción. Pero ese sacrificio tiene sentido, porque aprieta donde duele: el jefe pierde dinero y el sistema siente la presión. En la huelga estudiantil, todo se vacía de contenido. El alumno "se sacrifica" pero, ¿a quién presiona? A nadie. El Estado no pierde nada, los profesores tampoco. El único que pierde es él mismo: deja de aprender, y eso no incomoda a nadie más que a su futuro.
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Para colmo, lo que debería ser un coste se convierte en premio inmediato: un día sin clase, recibido con entusiasmo infantil por quien pretende jugar a ser adulto. Y el absurdo se completa con los que sí van: tampoco se les atiende bien, porque los profesores no avanzan temario “para no penalizar” al huelguista. Resultado: ni aprenden los que protestan, ni avanzan los que cumplen.
Así se construye la huelga más cómoda del mundo: sin coste, sin riesgo y sin presión real. Un gesto vacío disfrazado de activismo, donde el único castigado es el alumno y el único premio es perderse un día de clase.
Participaciones de loslectores
Carla Mascó Barcelona
Jordi Querol Barcelona
Sarah Gopar Las Palmas de Gran Canaria
Álvaro Montanini Sant Cugat del Vallès
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