Contenido de usuario Este contenido ha sido redactado por un usuario de El Periódico y revisado, antes de publicarse, por la redacción de El Periódico.

Historias de mujeres

Estudiantes durante la manifestación feminista de esta mañana en la Plaça Sant Jaume de Barcelona.

Estudiantes durante la manifestación feminista de esta mañana en la Plaça Sant Jaume de Barcelona. / RICARD CUGAT

Andamos tan inmersos en la cobertura mediática que la justicia se convierte en una cosa simple que difícilmente invita a la reflexión para que las cosas cambien. Sobre todo  para pedir que no se juzgue a alguien sin comprender lo que le ha pasado. Lo contrario es una blasfemia propia de cobardes.

Entretodos

Publica una carta del lector

Escribe un 'post' para publicar en la edición impresa y en la web

Aunque parezca que no hay manera de enderezar esto, aunque pervivamos en la derrota, nadie va impedir que sigamos recordando esa metáfora histórica, mito y leyenda, censurada, de aquella mujer que dejó con dos palmos de narices a Adán y al propio Dios. Pero la consecuencia fue el atropello que la declaró persona non grata, a ella y a todas las que no cumplen lo que de ellas  se espera. La vieja historia del bien y del mal, una mirada que se esconde en el  gran garabato de la mujer abyecta.

Carmencita es bajita y  fea, duerme hace años en un cajero automático y comienza el día con una sonrisa medio amanecida hacia las 7.15 donde se desayuna con una barrecha para engañar el dolor. Es posible encontrar un crimen tan largo?   Su mayor ilusión es ver a su nieta y cuando no puede, las rondas de vino se triplican en peripecias que no conviene contar. Ella no sabe cómo controlar su frustración. La radiografía de su vida es cruel, interrumpida y llena de nadas, casi mejor no hablar.

Normalmente quienes pueden desvivirse por sus derechos son aquellas que pueden hacerlo, que lo tienen más fácil: escritoras, actrices, filósofas, cineastas, empresarias… Coros que suben la persiana en un reguero de ramas vencidas, precipitándose en las vocales más duras. La música de los vientos echa de menos esa brisa suave.

Las historias engañan. Es el peligro que se corre por conocer un único relato donde la gente es  esbelta, de ojos azules, de dientes blancos, destellantes, que saludan diciendo: qué bueno que el sol ha salido de nuevo. Cómo se cuentan, quién las cuenta, cuándo se cuentan esas historias?  Somos muy influenciables, sobre todo si hemos tenido una buena infancia, ese lugar donde quisiéramos salvarnos de lo negativo; de palizas y oscuridad, de ideas que se pudren en las cabezas en forma de  lástima condescendiente, entre personajes normales bien vestidos que tienen dinero y comen sano.

Cuando queremos entender por qué el fracaso descubrimos una historia totalmente diferente. Insistir en lo negativo es simplificar la experiencia y omitir muchos cuentos  que también forman parte de nuestras vidas, aunque esto sea un arma de doble filo. A las buenas gentes nos incomoda Lilith o Maria Magdalena.

 Es imposible hablar sobre una única mirada sin pensar en el poder, aquel  que dice ser más grande que nadie. El poder tiene la capacidad, no solo de narrarlo todo, sino de hacerlo definitivo. Cuando eso es auténticamente cierto, me embarga la  vergüenza. Algo  que me quema cuando se habla de vicio en la pobreza mientras las noticias rebelan gente con muchas  posibilidades económicas que maltratan, roban, mienten y se drogan.

Las historias únicas crean estereotipos incompletos porque impiden ir tras los sueños. Se han usado para despojar. Laura, la hija de Carmencita, me dice que la abuela seguirá viendo a su nieta porque las historias también pueden dar poder y humanizar. Algunas quiebran la dignidad, las quisiéramos olvidar, otras suelen recuperar una suerte de paraíso, casi un milagro, esas son las que importan. 

Participaciones de loslectores

Másdebates