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"Griset, mi gato"

Un gato dormido en una imagen de archivo.

Un gato dormido en una imagen de archivo. / EL PERIÓDICO

Adoptar a mi gato y tenerlo en mi hogar desde hace 8 años me ha aportado una visión más amplia de la vida, alegría y ganas de vivir. He aprendido de su tesón por las cosas que le interesan, de cómo disfrutar y sacar el mejor partido del ambiente y clima que le rodea, de su espontaneidad e independencia. Cada día, por un motivo u otro, me hace sonreír, por su sinceridad, porque a diferencia de los humanos no oculta sus intereses y se considera el amo de mi casa. Mantiene siempre una actitud señorial, adornada con unos movimientos y poses elegantes y a la vez naturales.

Su territorio es mi hogar. Lo preside y vigila como tal, aceptando o rechazando las visitas según su propio entender. Siempre se sitúa en los lugares más confortables y desde los que puede controlar mejor su entorno.

Resulta muy relajante observar ese aparente estado de abandono cuando descansa o duerme, lo que ocurre muy a menudo. Es curiosísimo observar cómo golpea una puerta para que se le abra. En fin, podría estar horas y horas hablando así de él, porque le tengo mucho cariño.

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