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"El final de la Asociación de Vecinos del Carmel refleja el agotamiento de un modelo de participación"
Vista del Carmel des del barri de la Clota. | JORDI OTIX
Frank Pebrett
La desaparición de la Asociación de Vecinos y Vecinas del Carmel no es un hecho repentino sino el desenlace de un proceso largo de desgaste colectivo. Un barrio que fue símbolo de resistencia, solidaridad y lucha vecinal ha visto como su espíritu comunitario se ha ido debilitando hasta desvanecerse. Históricamente, las asociaciones de vecinos fueron motor de conquistas sociales y voz del barrio ante las administraciones. Sin embargo, su papel se ha ido diluyendo.
Entretodos
Muchas no han sabido adaptarse a una sociedad más diversa, donde la participación se canaliza también a través de entidades culturales, deportivas o solidarias. Parte del vecindario las percibe hoy como simples gestorías, olvidando su papel original: representar, reivindicar y construir comunidad. A esta pérdida de sentido se suma la fragmentación interna. El Carmel tiene más asociaciones que nunca, pero cada una trabaja por su cuenta.
La falta de coordinación convierte la diversidad en competencia, dispersa esfuerzos y debilita la voz colectiva. Paralelamente, una “generación tapón” -personas que durante años han sostenido las entidades- ha dificultado el relevo y la entrada de nuevas voces. El individualismo y el llamado 'clicktivismo' tampoco ayudan. Cada vez hay más implicación en redes y menos en la calle. Se opina, se exige y se comenta, pero se participa poco.
Este desinterés, sumado a los cambios demográficos, ha transformado el Carmel en un barrio de paso: llegan nuevos vecinos, pero pocos echan raíces o se vinculan al tejido asociativo. Las administraciones, por su parte, han contribuido al problema. El Distrito de Horta-Guinardó se ha refugiado en una supuesta neutralidad que, en la práctica, se traduce en falta de liderazgo y desconocimiento real del territorio. Sin una mediación firme ni un plan comunitario que conecte a las entidades, los conflictos se cronifican y la confianza se erosiona.
La desaparición de la Asociación de Vecinos del Carmel es más que el final de una entidad: es un espejo que refleja el agotamiento de un modelo de participación. Recuperar el espíritu vecinal no será fácil, pero es urgente. Porque el verdadero socavón del Carmel está en la distancia que hemos permitido crecer entre nosotros.
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