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Estrepitoso fracaso en el Mundial de Atletismo de Doha

Retransmisión televisiva de pruebas de atletismo en el Estadi Olímpic Lluis Companys.

Retransmisión televisiva de pruebas de atletismo en el Estadi Olímpic Lluis Companys. / JORDI COTRINA

Como todo en la vida, las opiniones sobre cualquier tema son muy  diversas, algunas recurrentes y otras interesadas. Con ocasión del Mundial de Atletismo 2019 celebrado recientemente en Doha (Qatar) han  habido muchas críticas pero también halagos. Halagos principalmente para los atletas que han competido en condiciones muy adversas, y  porque paradójicamente se han superado unos cuantos de récords del  mundo. También se ha elogiado la puesta en escena de las pruebas en el  Khalifa Stadium, al más puro estilo de una final de la Super Bowl.

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Mi opinión es que estos mundiales de atletismo han sido un  estrepitoso fracaso. Las gradas vacías, con tan solo una asistencia de  público diaria de un 10% del aforo, incluidos jeques,  familiares de los deportistas y periodistas. Absolutamente ridículo.  En el exterior del coliseo los atletas han tenido que soportar  temperaturas infames en las pruebas de marcha y maratón,  convirtiéndose en una escabechina cada una de ellas. El mundial se ha  celebrado en un país en el que las mujeres tienen restringido el  acceso a los eventos deportivos. Y el mundial de fútbol de 2022 se celebrará también en ese país, en unas fechas impropias para esa competición. ¿En qué estarán pensando las federaciones internacionales de atletismo y fútbol (IAAF y FIFA)? ¿Solo en el vil metal?

En cuanto a la delegación española, los comentaristas de TVE que cubrieron la retransmisión del mundial han hecho un balance más bien positivo de sus resultados, cuando la realidad es que tan solo ha  obtenido una medalla de bronce -la de Orlando Ortega, recalificación en los despachos incluida, si bien merecida- y ocho plazas de finalista, quedando relegada al puesto 35 del medallero. Un bagaje bastante pobre para nuestros atletas, lo cual parece indicar que una  parte de ellos no han acudido a la cita en su mejor momento físico y  que algunos de los que podrían haber ofrecido un mayor rendimiento se han quedado por el camino.

En definitiva, la desvirtuación del deporte en general emprendió su camino hace ya un tiempo. Las federaciones nacionales e internacionales, en lugar de representar instituciones que avalan los valores deportivos, que protege y forma a los deportistas y facilita el acercamiento y el calor del público a los verdaderos protagonistas de los eventos, actúan como auténticas patrocinadoras recaudadoras de fondos.

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