Estamos aprendiendo rápidamente a convivir con la lentitud. En principio parece difícil, rapidez y calma son términos antagónicos entre sí, pero lo estamos haciendo. Esperemos que la lección aprendida nos dure y seamos capaces de vivir más despacio, y con mayor intensidad, sin imponer nuestras capacidades, motivaciones e intereses a los demás.
Reconociendo la diversidad de las alternativas que ofrecen las sociedades humanas. Compitiendo, no solo para ganar, sino para divertirse antes y después de la disputa, aprovechando que los que tenemos enfrente son nuestros semejantes, tanto o más que los que tenemos al lado. Y, a partir de ahí, reconocer que la cooperación entre nosotros es más enriquecedora que la concurrencia.
Ya sé que tal derroche de bondad y entendimiento entre los humanos no parece posible, pero creíamos que podíamos dominar una situación catastrófica como la provocada por el covid-19, y aquí estamos, más vulnerables que nunca y escondidos.