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La hiperconcentración de la riqueza pone en alto peligro la democracia

Protestas masivas en las calles de Colombia.

Protestas masivas en las calles de Colombia. / AFP

Las clases medias, en trance de desaparición, y las clases populares, en algunos casos sumidas en la pobreza, se sublevan contra una hegemonía dirigente acaparadora de poder. Sudamérica constituye una muestra elocuente: el estallido social, los movimientos de ciudadanos indignados que exteriorizan el desencanto, la desafección con los políticos, las élites y grupos de poder dominantes ante las crecientes desigualdades, etcétera. 

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La hiperconcentración de la riqueza pone en riesgo no sólo la propia sostenibilidad del actual modelo económico sino que puede provocar la fractura de la cohesión social e incluso poner en peligro la democracia, infectada por una corrupción que se perpetúa y lastrada de políticos ambiciosos, mediocres, cortoplacistas, sin sentido de Estado y sin liderazgo de categoría.

Es la mano que mece la cuna del hartazgo que se canaliza en la reacción desenfrenada de quienes ya no confían en seductoras promesas electorales alejadas de realidades tangibles que contribuyan al bienestar común. Y, en un mundo globalizado, ese hartazgo se expande con efecto mimético.

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