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España-Catalunya: ¿separados viviríamos mejor?

El diputado de ERC Joan Tardá y el portavoz de Izquierda Plural, Joan Coscubiela, conversan durante el pleno.

El diputado de ERC Joan Tardá y el portavoz de Izquierda Plural, Joan Coscubiela, conversan durante el pleno. / Chema Moya (EFE)

Se puede llegar a entender que haya catalanes que deseen romper los vínculos con los demás pueblos de la nación-estado que es España por un sueño largamente acariciado, el paraíso terrenal que dice será la república independiente. Pero no hay nada bueno y que perdure que se haya construido con sentimientos de venganza o menosprecio salpicados con gotas de rencor.

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Puede parecer justificado por un número considerable de ellos, pero no son mayoría, ni por supuesto, tampoco gozan de apoyo internacional. Solo una tragedia podría dar posibilidad a que ese intento triunfara, pero lo más probable es que viviéramos peor y con menos libertad.

Lamentablemente es lo que pretenden algunos de la alianza separatista. Los vínculos que nos unen como nación soberana y reconocida de pleno derecho internacional, no son solo económicos, son también emocionales, además que nos asiste el derecho.

Las personas aquí arraigadas, de diferentes culturas y en sucesivas épocas, han producido un mestizaje que no cesa, porque es una ley de la naturaleza, necesaria para su renovación y subsistencia. El mundo es cada vez más cosmopolita.

El abaratamiento y la rapidez en el transporte de las mercancías y las personas, así como de las ideas y la información, lo permiten. Para eso es para lo que hay que preparar a nuestros hijos, con mentalidad abierta, que sean capaces de tejer alianzas colaborativas entre culturas diferentes y no inculcarles un aislamiento defensivo que, en algunos, tiene tintes  xenofóbicos.

El repliegue sobre sí mismo los hace verdaderamente vulnerables en todos los sentidos. Conozco personas que han tenido casos en su familia, víctimas de la Guerra Civil, y no han cicatrizado del todo las heridas. Esto es debido a que no se ha llevado a cabo una completa reconciliación nacional que borre los mutuos resentimientos.

Víctimas las ha habido en los dos bandos, pero siempre el ganador que permanece por más tiempo en el poder hace más daño. Los que apoyan a los líderes radicales de hoy no se percatan que ellos les utilizan. Confiesan en privado que ese paraíso no existe porque no es humano, es celestial.  

Pero continúan engañándolos, ya que solo buscan sus intereses personales. Han hecho de los cargos públicos su medio de vida. Cuando tienen que asumir riesgos sobre su libertad o su patrimonio, se retractan ante la justicia que dicen despreciar o renuncian a sus cargos.

Los que tienen poco que perder, huyen sin dar la cara, dejando en la palestra a sus seguidores y muchos de sus compañeros, y logrando ser mantenidos como embajadores en el extranjero. Esto es difícil de entender de un pueblo culto. Para ser libre, lo primero es gestionar los sentimientos negativos para evitar un daño autoinfligido.  Exigiéndose a uno mismo respeto cuando nos manipulan abusando de nuestros más nobles sentimientos.

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