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Ellos tienen su patria y yo vivo en ella

Numerosos carteles pidiendo la libertad de los cuatro encarcelados.

Numerosos carteles pidiendo la libertad de los cuatro encarcelados. / EMMANUEL DUNAND (AFP)

Me refiero a esa realidad que, si no se tiene en cuenta en el debate soberanista, nos mantendrá siempre enfrentados. Para muchos catalanes, esta es su patria, su nación. Y es lícito que defiendan ese principio vital. Ahora bien, en Catalunya hay mucho emigrante. Yo soy uno de ellos. Puedo haberme integrado en Catalunya, o no. Aquí encontré trabajo, aquí me instalé, aquí tuve mis hijos, aquí los eduqué, aquí se formaron, trabajan y han tenido sus propis hijos. ¿Mi pueblo de nacimiento? Pues eso, allí nací. Mi vida y mi mente están aquí. Esta es mi patria, esta es la tierra que queremos. Como yo, muchos otros se han integrado igualmente. Aquí lo hemos tenido todo, que es diferente de aquí nos lo han dado todo.

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Otros conocidos míos, y tantos otros, nacieron allí, y también algunos nacieron aquí, pero su mente y querer están en su pueblo de nacimiento o el de sus padres. Dos realidades. Dos posturas. Pero, si yo he hecho mi vida aquí, ¿tanto cuesta dejar que los que se sienten pueblo o nación diferente luchen para que eso sea realidad? Puedo ser o no ser independentista, pero es de recibo reconocerles ese derecho. ¿Qué perdemos los venidos de fuera? Nada. Puedo ser ser catalán y español. Puedo ir y venir. Puedo seguir aquí mientras quiera. Ellos tienen su patria y yo vivo en ella y colaboro y me beneficio de todos los avances democráticos que consigan y también de la riqueza que entre todos generemos aquí. Esto ha ocurrido siempre así.

Quien va a Alemania y solo trabaja para volver y quien va a Alemania, se introduce en la sociedad, se instala y allí se queda para siempre o hasta que quiere. Repito, no nos han dado nada en Catalunya, pero si yo estoy bien aquí, no tengo por qué levantar banderas que no sean estas. Aunque reconozco que yo no soy amigo de símbolos. Vivo aquí, me relaciono aquí, pienso en Catalunya como la tierra de mis nietos y no conozco otra realidad. Mi mente está aquí y mi compromiso. Uso la razón y reservo los sentimientos para cuando voy a visitar otras tierras y otras gentes a las que les tengo mi más hondo respeto. No integrarse es vivir siempre desarraigado e inconforme. Y, por supuesto, ese respeto que les tengo a los de allí, también se lo tengo a los de aquí.

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