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"El único campo de batalla sigue estando en los hospitales"

Vecinos del madrileño barrio de Moratalaz, en una nueva cacerolada contra del Gobierno por su gestión de la crisis del coronavirus, el 20 de mayo.

Vecinos del madrileño barrio de Moratalaz, en una nueva cacerolada contra del Gobierno por su gestión de la crisis del coronavirus, el 20 de mayo.

La crisis del covid, una crisis a nivel mundial que en un primer momento pareció aportarnos una sobredosis de fraternidad. De pronto países y sociedades de diferencias culturas y contextos se encontraban en la misma situación: miedo y muertes, pero a la vez solidaridad. Porque por una vez éramos todos iguales y nos sentíamos indefensos, el virus no entiende de clases ni nacionalidades y la vida se convertía en la única prioridad. 

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El mundo que conocíamos dirigido por el sistema capitalista se esfumó en un segundo, de pronto esa sociedad que prácticamente no conocía 'el tiempo liberado', la que pedía a gritos parar para bajarse y tomar aire y que puso de moda el yoga y la meditación para viajar a un planeta de paz y tranquilidad, ahora se encontraba encarcelado en ese mundo. Unas vacaciones forzadas que más que una estancia en el Tíbet están resultado ser un largo viaje en una montaña rusa.

Comenzamos colapsando la sanidad pública y vaciando los supermercados movidos por el miedo. No tardaron en llegar las quejas por la falta de mano dura del Gobierno, pero cada fin de semana había largas colas para salir de las ciudades. Cuando entendimos lo importante que era quedarse en casa, nos convertimos en policías de balcón y todos eran culpables. Y los aplausos han sido silenciados por las caceroladas y el 'Resistiré' por los insultos. Los que aprendieron a sonreír con los ojos ahora se agreden entre ellos.

Con la desescalada no ha llegado la libertad, sino un enfrentamiento que comenzando en el Congreso se ha propagado más rápido que el virus y ha invadido todo el país. La izquierda pide paciencia mientras la derecha moviliza a la sociedad. La España más unida vuelve a dividirse en dos bandos luchando por ver quién es ahora el más patriota: el que lucha con la bandera a la espalda o el que se queda en casa pidiendo responsabilidad. Pero hemos olvidado lo más importante, el único campo de batalla sigue estando en los hospitales.

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