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El liderazgo y la responsabilidad en la nueva normalidad

Fernando Simón entrega al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, el informe sobre las ’Recomendaciones sanitarias para la estrategia de transición’, en la Moncloa el 26 de abril.

Fernando Simón entrega al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, el informe sobre las ’Recomendaciones sanitarias para la estrategia de transición’, en la Moncloa el 26 de abril. / EFE / BORJA PUIG DE LA BELLACASA

El liderazgo y la responsabilidad son aspectos muy visibles durante una crisis. A nivel internacional, estamos presenciando maneras muy diferentes de encabezar las instituciones. Contrasta mucho el aspecto de Fernando Simón en España con el del general Eduardo Pazuello en Brasil. Existe una gran distancia entre el discurso de Rui Rio en Portugal con el de Santiago Abascal en nuestro país.

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Estas diferencias no son superficiales. De ellas se destila la imagen que los responsables de estas instituciones tienen de la sociedad en la que viven. Por eso, que un experto en su materia, como es Simón, admita ignorar la respuesta a una pregunta o que un presidente del Gobierno pida perdón por los errores cometidos durante su gestión, no son actos superficiales.

Cuando alguien asume que desconoce el tema sobre el que se le pregunta, fomenta el respeto hacia su auditorio. Defiende que las personas frente a las que se encuentra no merecen ser engañadas. Cuando una persona pide perdón por sus decisiones, ensalza la dignidad de quienes son perjudicados. Piensa que merecen tener voz para expresar el daño recibido.

Asimismo, que estos acontecimientos hayan sido protagonizados por hombres tampoco es superfluo. Que la imagen que un hombre proyecte de sí mismo sea la de la ignorancia o la vulnerabilidad va contra una definición muy concreta de masculinidad que no solo ha venido lastrando a los altos cargos de las instituciones, sino a todos y cada uno de nosotros. Una idea de masculinidad alejada de la empatía o de la posibilidad de entender la dignidad del otro cuando esta supone modificar nuestra conducta.

Ahora que nos toca entretejer de nuevo la normalidad entre todos, que estamos prestando más atención que nunca a nuestros cuerpos y movimientos, que nuestras relaciones sociales han quedado en suspenso, ¿no será el momento adecuado para cambiar nuestro lenguaje y comportamiento? Quizá así logremos encontrar las ideas y las palabras que nos ayuden a construir una mejor normalidad.

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