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El hijo reducido a deseo e interés

Niños jugando en el casal de verano,que organiza los ’Casals urbans Baobab’,en la Escola SEAT del barrio de La Marina.

Niños jugando en el casal de verano,que organiza los ’Casals urbans Baobab’,en la Escola SEAT del barrio de La Marina. / FOTO DE ROBERT RAMOS

"La infertilidad no es culpa nuestra". Este es el título de un artículo reciente publicado por este periódico. Después se buscan culpas en las políticas sociales y medioambientales. Ni un solo pensamiento aparece para tener en cuenta la opción de no tener hijos para evitar su sufrimiento y su normalmente traumática muerte.

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La queja más generalizada, igualmente basada en la ausencia de toda perspectiva ética de la procreación, reza: las malas condiciones económicas y sociales impiden a las mujeres tener hijos. Este lamento a menudo se inserta en un discurso general, destacando la necesidad de frenar el envejecimiento social y resolver problemas como las pensiones. Lo que no aparece nunca es la preocupación por la suerte de los futuros hijos. Estos, o sirven de mero medio para resolver problemas económicos (aunque no se ve cómo más niños puedan ser útiles cuando hay tanto paro juvenil) o, individualmente, para satisfacer el simple deseo o interés de tenerlos. La llegada forzada al mundo de un nuevo individuo no tiene importancia propia. El potencial de sufrimiento que así se genera queda fuera de la cuenta.

Frente a ello, el antinatalismo ético propone reducir, mediante la renuncia al hijo, el número de víctimas de todos los problemas, como enfermedades, miseria, hambre, violencia, epidemias como la del sida o del coronavirus en la actualidad, suicidios, etcétera. ¿Sabemos si nuestros hijos se salvarán de vivir una cruel guerra, por ejemplo? El egoísmo maternal o paternal no hace más que alimentar con más carne fresca al verdugo, sea este natural, sea humano.

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