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"El comportamiento de los jóvenes es un fiel reflejo de nuestra sociedad"

Unas mujeres charlan en una terraza con la mascarilla puesta.

Unas mujeres charlan en una terraza con la mascarilla puesta. / JOAN CORTADELLAS

La actitud más habitual en este país es buscar siempre un culpable, una cabeza de turco visible en la que la sociedad pueda descargar su rabia y sus frustraciones. En los rebrotes de covid-19 hay un colectivo contra el que carga todo el mundo: los jóvenes. Por otro lado, se nos olvida que la juventud es un fiel reflejo de nosotros mismos, que se sociabilizan en nuestro entorno y que tanto sus maneras, su educación y sus patrones de comportamiento no surgen por generación espontánea.

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Los jóvenes hacen botellón y el alcohol hace que se junten demasiado y olviden ponerse la mascarilla, aunque nunca nos acordamos de la situación análoga en la que los no tan jóvenes se reúnen en bares de no más de 20 m2 donde consumen alcohol, beben y gritan sin mascarilla, y donde no se respetan ni las distancias ni el aforo. Pero no solo es eso, sino que además a jovencitas y jovencitos les gusta lucir el palmito y se quitan la mascarilla muchas veces con el único fin de presumir. Eso sí, no tenemos en cuenta que antes de arreglarse para salir, se han ido de compras con sus madres o padres y la única preocupación que han tenido a la hora de probarse la ropa es que les quede bien, sin preocuparse ni averiguar qué medidas usan de desinfección, si es que existen. Si está permitido es que es seguro, si no ya le echaremos la culpa al Gobierno.

Y ya nada más queda por mencionar las reuniones de jóvenes que, tanto en playas como parques, vuelven a hacinarse y a no respetar las normas, pero no se nos ocurre dirigir las miradas hacia las celebraciones y reuniones familiares, que no son ni imprescindibles ni inexcusables, que en muy pocos casos cumplen con las recomendaciones, o prohibiciones según el lugar, de no superar un máximo de 10 personas.

Antes de acusar y recriminar a este colectivo deberíamos de mirar hacia nosotros mismos y preguntarnos si igual que hacen los políticos con la sociedad no les estamos mandando un mensaje equivocado.

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