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El calor y el color que faltan en el fútbol

Los jugadores del Borussia de Mönchengladbach se dirigen a las gradas del estadio, ocupadas con fotografías de sus aficionados.

Los jugadores del Borussia de Mönchengladbach se dirigen a las gradas del estadio, ocupadas con fotografías de sus aficionados. / AFP / MARTIN MEISSNER

Las consecuencias del coronavirus y las medidas sanitarias impuestas están suponiendo un serio perjuicio para un espectáculo como es el fútbol, que, sin las aficiones de ambos equipos, pierden la alegría y la pasión que requiere como factor determinante e imprescindible. 

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La alegría contagiosa y desbordante de los partidos, sin público en las gradas,  se convierte en un pasatiempo anodino carente de emociones como las que se generan habitualmente en torno a los terrenos de juego.

Por el bien del fútbol espectáculo, parece imperioso que las gradas se vayan llenando paulatinamente de público, pues de lo contrario puede languidecer y convertirse en un deporte más, sin el interés que precisa y necesita urgentemente. Podría suceder que, cuando nos queramos dar cuenta, haya pasado de ser un estímulo vital imprescindible a poder prescindir de él como entretenimiento, algo que ya lleva ocurriendo demasiado tiempo.

Supongo que los auténticos forofos recuperarán la ilusión por sus respectivos equipos en cuanto se pueda acceder a los estadios, pero a los los aficionados de sillón nos va a costar salir del aburrimiento al que hemos estado sometidos en los últimos tiempos en los que el espectáculo que nos han ofrecido las televisiones se parece más a lo que se vive en un patio de colegio que a una competición del más alto nivel profesional, que sin ambiente pierde una gran parte de su atractivo.

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