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El árbol de la ciencia

Trabajos en busca de una vacuna para el coronavirus en un laboratorio.

Trabajos en busca de una vacuna para el coronavirus en un laboratorio. / DIEGO AZUBEL (EFE)

Ahora empezamos a ver lo que ha dejado en pie la tempestad. Después de ese preámbulo de calma y pasado el chaparrón, toca plasmar en hechos los discursos de los últimos meses. Ahora más que nunca es el momento de demostrar si de verdad hay voluntad de apostar por lo que los científicos e investigadores venimos pidiendo durante años. Un sistema de investigación público y de calidad que no se encuentre siempre infrasubvencionado.

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Sin entrar en debates políticos, y pasando de puntillas por encima del fantasma del politicismo actual, ha llegado el momento del pacto. Un pacto nacional por la ciencia que aglutine las principales demandas y preocupaciones de los investigadores y al mismo tiempo goce de amplio consenso entre las diferentes fuerzas políticas para evitar que sea derogado por el siguiente gobierno. Existen precedentes sobre esto, por supuesto, y uno de los más recientes y con mayor impacto es el que impulsó la Generalitat en el 2008 y que se materializó en el 'Pacte Nacional per la Recerca i la Innovació'. Este pacto lo firmaron la mayoría de los grupos parlamentarios, con el beneplácito de las principales universidades y grupos socioeconómicos más representativos.

Mucho ha llovido desde entonces, pero los efectos positivos del mismo en el ecosistema de I+D+i son innegables. Y es que establecer un marco legislativo y de financiación robusto y sostenido en el tiempo es extremadamente importante para desarrollar un tejido de conocimiento productivo. Volviendo a la analogía del agua con la que he empezado, debemos pensar en la investigación como una planta, y como tal es necesario regarla periódicamente. Inyecciones puntuales de capital como las que estamos viendo en tiempos de covid-19 nos pueden sacar de un apuro, pero son inútiles si lo que queremos es crear grupos de investigación competitivos y con experiencia en su campo. Tampoco pedimos que se nos ponga música ni se nos lean libros como a las plantas, de eso ya nos encargamos nosotros mismos.

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