Carta de una lectora: "Educación en horas bajas"

Respecto a la noticia de la semana y del mes, releo una y otra vez qué le habrá pasado por la cabeza a un chico bien educado, con una vida supuestamente holgada desde su niñez y en la que seguramente gozó de privilegios educativos que otros miles de niños y niñas nunca podrían permitirse. Estamos estupefactos. Las preguntas se solapan en mi cabeza. ¿Es la educación el salvavidas de los padres? ¿Tuvo algo que ver su educación con su destino final? ¿Pueden los padres evitar que sus hijos arruinen sus vidas?

Durante más de 20 años he trabajado con la infancia y la juventud, y entre los educadores lo comentamos, que algo pasará y no será bueno, se les permite todo. Esa permisividad que impregna la conducta de los padres está erosionando la conducta de sus hijos y a la larga su futuro. El todo vale porque es mi hijo y mi hijo es bueno y tú no le vas a traumatizar con castigos. La impunidad del joven ante padres y madres desbordados por el día a día se refleja en las noticias que nos cuentan que ellas y ellos cada vez sufren más depresión, que tienen ideas suicidas, que no creen en su futuro, niños que se creen fuertes pero son de cristal.

Dicen que permitir es promover, para bien y para mal. Y educar es moldear la mente y la conducta, es enriquecer, es analizar con lucidez, es castigar cuando toca, es crear espacios de confianza, es guiar con el corazón pero también con la cabeza. Nunca sabremos si un trastorno mental que acaba con una acción violenta podría haber sido reconducido con un buen diagnostico en la infancia, o si ocurriría de la misma manera a pesar de todo, pero los especialistas lo tenemos claro: o volvemos a tener una educación en la que evitamos permitirlo todo o cada vez las noticias serán más parecidas a las de este mes de Agosto en Tailandia. En los padres está la clave.