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¿Dónde están los viejos valores de la izquierda en Ferraz?

Una multitud se aglomera a las puertas de la sede del PSOE en Madrid. 

Una multitud se aglomera a las puertas de la sede del PSOE en Madrid.  / DAVID CASTRO

Como tantos hechos de relevancia se ha producido en la sombra, mientras los españoles dormían. Ximo Puig asegura: "No somos una banda". De nuevo deja en evidencia su incapacidad de lectura política, como en aquellas declaraciones poco antes de las elecciones de junio: ¿Si el PP guanya a València ens ho haurem de fer mirar".

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El presidente valenciano retrata su falta de lectura política. Pues es imposible no darse cuenta que son una banda. Solo él, el díscolo Puig, hace la lectura moral del motín del 28 de setiembre. Es la consecución política a un ciclo largo que todos los españoles hemos ido viendo. Hasta me atrevería a decir, todos los europeos.

Ahora más que nunca la socialdemocracia se tambalea. Sin embargo no se tambalean algunos de sus principios básicos sino las viejas estructuras de los partidos socialdemócratas europeos. Desde el estrecho de Messina (con las propuestas faraónicas de Renzi) a Ferraz y desde Ferraz a París corre un fantasma por nuestra vieja Europa.  Las estructuras que tantos triunfos cosecharon durante los años pasados ahora se han convertido en el retrato del proceso de decadencia que vive nuestro continente.  Ellos que encarnaron el símbolo del llamado Estado del Bienestar, ellos que debían placar el avance neoliberal, ellos son los que nos han traicionado 

Recordemos pues los viejos valores de esta Europa. La Europa de los socialistas que pretendían crear una sociedad más justa, más igualitaria y que en la última década se han vendido de tal manera que hasta Pedro Sánchez parece el líder que todos querríamos tener. No son solo el fin   de las puertas giratorias, ni impulsar las primarias aquello que los ciudadanos de izquierdas esperamos de estos partidos.  

Y mientras en Europa avanza la extrema derecha y las reivindicaciones populares los partidos socialdemócratas se muestran incapaces de absorber o reconducir dichas reivindicaciones. Con un discurso de inconsistente institucionalidad los partidos buscan respuestas pausadas a tiempos convulsos, sin conseguir canalizar la pasión de cambio que la izquierda debe ostentar.

Este suceso nocturno que hemos vivido es la consecución de un movimiento paulatino y decidido  de dichos partidos hacia la derecha política. Esa misma derecha que no deja votar en Catalunya, esa misma derecha que promueve los desalojos exprés, esa misma derecha que ha dado alas a Podemos en el estado.  El mayor triunfo de la derecha, desde el comienzo del azote neoliberal, ha sido sembrar el germen reaccionario en los partidos socialdemócratas. No volveremos a ganar hasta que lo arranquemos de cuajo y digamos bien fuerte y claro que nosotros queremos: democracia, justicia e igualdad.

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