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Donaciones millonarias en Notre Dame: no quedar mal ante la opinión pública

Un trabajador comprueba el estado de una estructura de madera de Notre Dame.

Un trabajador comprueba el estado de una estructura de madera de Notre Dame. / AP / FRANÇOIS MORI

Joaquim Montoliu Martínez

A la consternación producida al ver la catedral de Notre Dame de París ardiendo, se une el estupor al oír las reacciones de algunos de los poseedores de grandes fortunas anunciando su compromiso para aportar centenares de millones de euros a la reconstrucción. Un gesto que probablemente imitarán otros de su clase, aunque solo sea por no quedar mal ante la opinión pública por andar rezagados o por el temor a ser tildados de insensibles, insolidarios, tacaños o, incluso, antipatriotas.

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¿Compromiso social, generosidad? La generosidad se mide por el esfuerzo que le supone al donante desprenderse voluntariamente de algo propio para entregarlo a otro sin esperar nada a cambio, no por el valor material de lo que se ofrece. A los cristianos les basta con recordar el pasaje de la ofrenda de la viuda loado por Jesús. ¿Han echado todo lo que tenía respecto a las limosnas del resto de fieles?¿Han echado algo de lo que les sobra?

Contar con dinero ya ayuda a que se puedan abordar las obras con celeridad, pero para Notre Dame, creo que es más importante que una gran multitud se sienta concernida en su reconstrucción independientemente de la aportación de cada uno: más significado tiene muchos con poco dispuestos a colaborar, que uno con mucho aunque su aportación supere con creces las de todos los demás juntos. Cuántos más parisinos y foráneos -creyentes o no- sientan Notre Dame como algo propio, mejor.

Al mecenazgo sobrevenido le siguen las prisas. Ya se anuncian leyes y se aventuran plazos cuando todavía humean los rescoldos del incendio. Actuar precipitadamente en una tarea de tal envergadura no es buen camino. Hay que evaluar y planificar antes de empezar a actuar al ritmo que las obras exijan y los recursos permitan, marcando prioridades de ejecución, que en el caso que nos ocupa deberían dar preferencia a la habilitación de algún espacio para el culto, recogimiento y oración. No tendría mucho sentido que en una catedral privaran los elementos ornamentales.

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