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La dignidad no es un aderezo

Concentración a favor de la eutanasia en el Congreso de los Diputados el pasado mayo.

Concentración a favor de la eutanasia en el Congreso de los Diputados el pasado mayo. / JOSÉ LUIS ROCA

Joaquim Montoliu Martínez

El suicidio de María José asistido por su marido Ángel sitúa en el centro del debate público la legalización de la eutanasia que Ángel se propone promocionar, porqué considera que su mujer "no hubiera sufrido tanto si hubiera existido el derecho a la eutanasia".

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Hace treinta años conocí a Joaquín: joven, sonriente, de carácter sosegado y trato agradable. Coincidíamos en un centro cultural-educativo. Al poco tiempo me sorprendió verle entrar al edificio en silla de ruedas y teniendo que ser ayudado para salvar un tramo de escaleras. Tenía esclerosis múltiple. Al dejar de frecuentar el centro le perdí la pista, hasta que el año pasado un amigo común me comunicó su fallecimiento y me interesé por saber cómo había transcurrido su vida durante ese tiempo.

Mi tocayo creó con uno de sus hermanos una empresa para asistir a personas discapacitadas como él que le permitió "hablar y ayudar a muchas personas de silla a silla". Sin tapujos, contaba en una entrevista que el médico le "explicó que estaba enfermo, pero no tonto. Podría quedarme tetrapléjico, ciego, mudo y en cama. Pero lo peor era que lo físico afectara a lo psíquico y entrara en depresión". Entonces decidió, como buen arquitecto técnico, poner manos a la obra. A pesar de los inconvenientes de la enfermedad encontró sentido a su vida tal como era.

En puridad, la dignidad reside en María José, Ángel, Joaquín y cada uno de los habitantes que habitan el planeta: tienen valor por si mismos. Si la determinase un estándar de bienestar occidentalmente óptimo, miles de millones de seres humanos serían indignos y, como tales, descartables. La arrogante ceguera de los acomodados impide descubrir que "una persona con discapacidad no es una persona inservible".

La eutanasia suponía al matrimonio una liberación anticipada de la carga, a cambio de pasarle el marrón a un profesional de la salud en la impropia tarea de verdugo. Joaquín tenía "a alguien en quien confiar y a quien contar mis problemas", ¿lo tuvieron ellos?

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