"Estos días azules y este sol de la infancia"

No es algo inusual en mi vida contar con don Antonio Machado, al que yo siempre me he referido con el sobrenombre de maestro.

Hoy es uno de esos amaneceres del mes de marzo transformado por las suaves temperaturas en un día primaveral, cuando la brisa ligera y el sol que se despereza anaranjado sobre un cielo pálido anuncia una atmósfera agradable y serena.

Me he levantado y he aprovechado un liviano paseo en esas horas de la mañana en las que el placentero sol hace acto de presencia para preparar mi cuerpo y mi mente y así conseguir algunos retos que cada día me propongo. Al llegar a casa he cogido un libro de este gran poeta y me he dejado subyugar por esa poesía intimista que tantos años me ha acompañado. Sus palabras siempre me han servido para comunicarme con el paisaje y poder encontrar la belleza ante lo que me rodea despertando un sentimiento de armonía.

Su lirismo sencillo también me ha permitido acercarme a él a través de sus preocupaciones, que son las del hombre común. ¡Cuántas veces, cuando he necesitado sentirme acompañada por sus palabras, me he introducido entre las páginas de esta antología buscando unos sentimientos que fluyen en su obra y que, por momentos, hago míos!

Es como si me detuviera a hablar con él y sus lecciones de maestro me proporcionaran respuestas para gestionar diferentes tipos de situaciones. Su compromiso en una lucha por querer transformar su país, por lograr una cultura más extensa que llegara al pueblo y por dotar a las personas de una perspectiva más solidaria. Hoy me acompaña, en un día de sol en el que las penas se desvanecen y resuena con un sentido musical, la palabra gratitud. De nuevo, vuelvo a escuchar en mi mente la frase “estos días azules y este sol de la infancia”. Fueron las palabras escritas en un papel hallado en la chaqueta del poeta el día de su muerte en Colliure (Francia).