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El día que lloré por vivir en primera persona un microrracismo

Racismo cotidiano  en la sociedad_MEDIA_2

Racismo cotidiano en la sociedad_MEDIA_2 / ANNA MAS

Iba corriendo por los pasillos de la universidad. Había olvidado entregar un trabajo y mi profesor me había dado una segunda oportunidad. Con la encuadernación en una mano y una galleta mordisqueada en la otra, llamé a la puerta de su despacho pero nadie contestó. Sin embargo, antes de que pudiera dar el tercer paso, una voz me preguntó a quién buscaba. 

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Al girarme, me topé con una profesora a la que no conocía. Me apresuré a explicarle la situación mientras su mirada seguía el recorrido que trazaba mi galleta en el aire debido a mi gesticulación nerviosa. Entonces me dijo que lo había visto en la cafetería y que lo más probable era que se hubiese olvidado de nuestra tutoría.

Sintiendo un gran alivio y rabia a la vez le di las gracias y, justo cuando me disponía a bajar, un último comentario hizo que la rabia se comiera el sentimiento de alivio.

"De res, maca. Per cert, parles molt bé el català! Com l'has après tan ràpid?. Sentí que se me paralizaba el cuerpo y un trozo de galleta atascado en mi garganta me impidió contestar. Respiré hondo, le dediqué la sonrisa más falsa que pude y me fui con los ojos llorosos.

Muchas personas de las personas pensarán que soy una exagerada, que no hay para tanto, que tendría que tomármelo como un halago porque hoy en día está muy de moda eso de pensar en positivo. Y creo que esa filosofía de lo positivo en ese momento hubiese funcionado muy bien si fuese una recién llegada a Catalunya, pero no es el caso.

Nací en la India y estuve en un orfanato hasta que cinco días después de cumplir un año me adoptaron y vine para Figueres. Resulta que no puedo tomarme ese comentario como un cumplido porque hablo catalán desde que tengo conciencia.

Y resulta que aquellas lágrimas en los ojos nada tenían que ver con que me hubiesen confundido con una extranjera, sino porque si mi color de piel hubiese sido otro, estoy segura de que a aquella profesora no le hubiese sorprendido mi avanzado nivel de catalán.

Ésta es sólo una de las muchas anécdotas que he vivido estos últimos dos años, porque hasta entonces no había sufrido ningún episodio parecido a este.

Es divertido ver cómo a la hora de pagar la compra en un supermercado te miran y cambian del catalán al castellano inmediatamente pensando en que hay que ser educados y aprovechar el bilingüismo para poder comunicarse con todo el mundo.

Pero no os equivoquéis, en estos casos no estáis siendo educados, estáis obviando que alguien de color no entiende el catalán y ahí es donde se dan los microracismos.

Estas situaciones de discriminación están tan arraigadas en la mentalidad de nuestra sociedad como los micromachismos, que de manera inconsciente van creando una cultura marcada por las diferencias entre blancos y negros. No me atrevo a decir que en ese aspecto hayamos evolucionado.

Evidentemente, no vivimos como en los Estados Unidos de los años 50, pero no hay que olvidar que el color de piel es una razón por la que muchas personas que han arriesgado su vida en el mar no puedan entrar en nuestro país ni en el resto de Europa.

Por eso lloré aquel día. Porque es muy triste que en pleno siglo XXI habiendo tantos motivos por los que luchar todavía tenga que estar escribiendo sobre algo que nuestra sociedad ya tendría que haber superado.

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